El rechazo del Senado al impuesto de la soya representa un duro revés para el Kirchnerismo
Por Matt Moffett
BUENOS AIRES—En lo que constituye un contundente revés para el gobierno de la presidenta Cristina Kirchner, el Senado argentino rechazó un controvertido aumento al impuesto a las exportaciones de la soya. Fue el propio vicepresidente quien emitió el voto decisivo.
La derrota por 37 votos contra 36 representa una derrota significativa para el gobierno, que invirtió una enorme cantidad de credibilidad y capital político en la aprobación de la medida. Desde que anunciara el incremento impositivo en marzo, el gobierno ha debido soportar un desplome de los índices de aprobación de Cristina Kirchner, masivas manifestaciones callejeras y traspiés económicos.
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| Vea un recorrido por las fechas clave del enfrentamiento entre el gobierno y los agricultores |
Ahora, para que Cristina Kirchner recupere la iniciativa en su gestión de ocho meses, los analistas dicen que tendrá que tratar de reinventarse y adoptar un estilo más consensual, en lugar de restringir la toma de decisiones a un círculo cerrado centrado en su marido, el ex presidente Néstor Kirchner.
El voto del Senado es un "rechazo al estilo de gobierno basado en la confrontación y la intimidación, un estilo que ha polarizado a la sociedad argentina", manifestó Riordan Roett, especialista en América Latina de la Universidad Johns Hopkins. Si los Kirchner no consiguen cambiar de estilo a pesar del repudio del Senado, dijo Roett, eso podría generar más conflicto en Argentina.
El debate empezó hace cuatro meses con un esfuerzo del gobierno por cambiar el impuesto del 35% a la exportación de soya para que oscilara de la mano de los precios internacionales, que han aumentado en los últimos años.
Pronto, sin embargo, un debate tributario adquirió ribetes más amplios. Los agricultores, el motor detrás del reciente resurgimiento económico de Argentina, se quejaron de que el arancel se estaba imponiendo sin ninguna consulta previa. Resaltaron que el impuesto a la soya es distinto de otros tributos puesto que el gobierno central no tiene que compartir el 30% de los ingresos con las provincias. Los agricultores aseguraban que los Kirchner querían utilizar los ingresos adicionales —calculados en alrededor de US$1.000 millones— para dispensar favores políticos.
El gobierno de Kirchner, por su parte, trató de enmarcar la batalla impositiva como nada menos que un esfuerzo por preservar la democracia argentina. Los Kirchner tildaron repetidamente a los opositores al impuesto como golpistas y trataron de asociarlos con las dictaduras represivas de Argentina de los años 70 e inicios de los 80. El agro y los oponentes al impuesto "querían destituir al gobierno y desestabilizar a la patria", dijo Néstor Kirchner, el líder del gobernante partido peronista.
El martes, en las horas previas a la votación del Senado, partidarios del gobierno y de los agricultores organizaron manifestaciones en Buenos Aires. Los agricultores, que se han ganado la simpatía de la clase media urbana, atrajeron alrededor de 200.000 personas, sustancialmente más que las que participaron en la marcha pro gobierno. Mientras aumentaba el respaldo a los agricultores, el gobierno se vio forzado a recurrir al apoyo de grupos que muchos argentinos consideran inaceptables, como los sindicatos peronistas, vinculados con frecuencia a la corrupción, o los piqueteros, desempleados de los barrios que dependen de programas gubernamentales de ayuda social para su sustento.
En la mañana del miércoles, el gobierno había expresado confianza en que había conseguido la estrecha mayoría entre los 72 senadores necesaria para aprobar la propuesta. Pero un puñado de senadores desertó en el transcurso del día, dejando la votación en un empate a 36. A las 4.30 de la madrugada del jueves, le correspondió al vicepresidente, Julio Cobos, en su capacidad de presidente del Senado, romper el empate. "La historia no sé cómo lo juzgará", dijo Cobos, un ex profesor de ingeniería y gobernador provincial, durante un discurso de 40 minutos para explicar su postura. "Pido perdón si me equivoco... Mi voto no es positivo".
El columnista político de La Nación Joaquín Morales Solá escribió que el voto de Cobos marcó el final de un período en que los Kirchner podían gobernar Argentina a su antojo.
Los argentinos, dispuestos a aceptar la mano dura de los Kirchner durante los años de crisis económica, han demostrado una creciente insatisfacción con el estilo combativo y contrario al compromiso de la pareja, aseguran los analistas. Ahora, tras la derrota en el Senado, los Kirchner se enfrentan a la nueva realidad de tratar de gobernar mediante la negociación y el consenso, tácticas en las que tienen poca experiencia. "El matrimonio presidencial argentino no sabe gobernar de otra manera que no sea asestándole su propia voluntad a la política y a la sociedad", escribió Morales Solá.
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